Tjukurpa

netbook. Libro experimental. Film. Documental. Performance. Música... cr∞er. Este proyecto es autobiográfico y biodegradable. En él, hay incluidas historias escritas, cuentos, poemas, vómitos y ficción, para qué en su desarrollo, la bio solo sirva para su propósito. Algo que explicar.

jueves, 11 de noviembre de 2010

6>Sueños a-normales



Una imagen. Un desvario. Siempre, desde que tengo uso de mi imaginación, llevo pintando en mi cabeza paisajes inospitos y reductos de atópicos mejunges alterados que forman parte de otro mundo. El interior. Ese mundo que ni Dios te puede robar. 
Escapo. es una manera de escapar. Más de mi mismo que de lo demás. La ventana hoy no me dice nada. Solo veo el reflejo chamuscado de mi rostro en ella. Llueve. 
   El mercader de sueños. Así se llamaba. Era un viejo de unos 60 años del que desconocía su nombre real. Estuvimos compartiendo varios lapsos allí dentro, aunque la lucidez de sus actos y palabras parecían siempre llevarme a algún lugar donde parecíamos pertenecer sin conocerlo.
      El viejo perdió todo cuanto tenía al llegarle la jubilación. El mismo explicaba como todo cuanto recordaba o experimentó hasta ese momento le parecía ridículo y patético sin mas. Había tocado fondo. No soportaba a su carcomida y cizañera familia, ni cuanto había coleccionado como posesiones de una vida a la que ya no le daba más valor que el de la mediocridad.   Un buen día, ese hombre batido encontró un colchón arruinado como él en una de las calles cercanas. Sus cinco sentidos le procuraron una comprensión hacia él que predominaría su ahora nueva existencia.  Lo arrastró hasta su casa bajo los atónitos ojos de su mujer e hijos para sumirse en una dedicación total a repararlo durante las semanas que prosiguieron.  Su plena atención consistía en cuidarse de que cada muelle estuviera de nuevo en su sitio y que cada punteado de aguja e hilo, mantuviera su forma en perfecto y robusto estado. Como nuevo decía él. Demencia senil, decían sus familiares.
      Cuando el mercader hubo finalizado su cuidadosa tarea, me contó como paseaba por las calles ofreciéndolo a la gente gratis para remplazar todos los sueños perdidos. Su dispuesto colchón lucía una segunda oportunidad. Una perfecta nueva vida para dar luz a cuantos sueños se pudieran haber frustrado al dormir durante años.  No fue difícil poder encontrar unos nuevos dueños,  ya que las condiciones que exponía eran inmejorables y la economía en ese barrio era muy precaria. Todos pensaron que ese fue el final del discípulo de Orfeo, pero en contra de todo pronóstico, el mercader de sueños fue recopilando en su casa más y más colchones para repararlos y darles de nuevo el soplo de la vida. Trabajaba durante semanas y en cuanto finalizaba uno, volvía a las calles para regalarlo. Pasaron pocos meses y  la gente, conociendo su peculiar y laborioso arte sin ánimo de lucro, le empezó a llevar los colchones a su casa en vez de tirarlos a la calle. Allí empezaron todos los males. Él los repudiaba. Los rehusaba sin miramientos si los dueños se empeñaban en volver a recogerlo para si. Les intentaba regalar otro ya reparado y con diferentes sueños que no llevaran el frustramiento de los mismos, para darles una nueva esperanza.  Nadie entendía nada. Realmente, ni lo intentaron. Hicieron de su sueño una semi cómoda habitación que empezamos a compartir fuera de ellos. Ellos, si. Buena combinación para otro diván.

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