Tjukurpa

netbook. Libro experimental. Film. Documental. Performance. Música... cr∞er. Este proyecto es autobiográfico y biodegradable. En él, hay incluidas historias escritas, cuentos, poemas, vómitos y ficción, para qué en su desarrollo, la bio solo sirva para su propósito. Algo que explicar.

miércoles, 10 de noviembre de 2010

5>¿Has quemado mis pies?


El entorno ya lo habían reemplazado. Llegué como un zombi de Romero delante del Hospital Clínic con una bolsa de ropa en el brazo. Delante mio tenía a cierta gente hablando con un doctor. Yo ya tenía suficiente con la multitud de voces que oía y el ruido, el insoportable ruido de la ciudad. Estes donde estes. Siguiendo la locura, acabé por irme. No por harto de esperar. No por nada. Me fuí. Vagué otros días más por las calles. Tampoco recuerdo cuantos. La verdad, todo es y era muy confuso. Mis recuerdos los iba construyendo como toda la memoria, a mi realidad y placer. Aunque no creo haberla maquillado demasiado. El día que volví tenía otro (creo) doctor delante. Fué preguntarme él y empecé a soltarle todo lo que pasaba por mi cabeza. Fácil respuesta: Vingui, vingui, que veurá el piset. De eso hace semanas, al menos es lo que me cuentan los doctores. Un café sin cafeina en la mano, una ventana, un cigarro. Yo y la ciudad. 
Esta ciudad tiene la facilidad sin escrúpulos de tirarlo todo por la borda para cambiar de fachada. El problema era y es ¿quien caía por la borda? No eran ellos.
      Llegaba gente con carné de personas y caían personas sin carné de gente. Todos creían en las fábulas de las que tanto habían oído hablar por allí, por los llamados tercermundistas países. Ahora desechados a la puta suerte por primer mundistas de tercera. Las fantasías de ayer y hoy alimentaban algo más que un día postergado al milagro. Se transformaban en los nuevos tripulantes de Colón. Sin saber nunca donde llegarían sin perderse antes irreparablemente en su viaje.
      Las callejuelas aun tenían ese color chamuscado y gris de tantos años haciéndole a la luz del sol un imposible laberinto por el que no podía pasar. Al menos, los graffitis se habían semi adueñado de las paredes para romper con los anuncios que empapelaban, con demasiado mal gusto, todos los rincones posibles.
     
    
    Un beso a destiempo. Una nota al azar. Un farol sobre la mesa. Un suave mordisco en la espalda. Un frenazo brusco. Una petaca medio vacía. Un cambio brusco en una peli de Lynch cuando pensaba tener el hilo. Una frase estúpida subrayada en lápiz en un libro de segunda mano. El diálogo de Johnny guitar que diré cuando me acuerde.

    Esta ciudad sigue dándome señales de soborno para que me la crea. Pintándose la sucia fachada como una vieja puta que intenta parecer una niña sin más. Dilapidarme de verdaderas mentiras y falsas verdades. Con la locura del silencio y la soledad. Nunca hubiera creido que las perradas llegarían todas juntas de la mano y con una sonrisa  que me gustaría poder quitar de su jodida cara.
    La celda. La habitación. La n° 127 que habitaba por así decirlo. Un oscuro y claustrofóbico lugar con apariencia a dormitorio de paso de 6 metros cuadrados en el que podía, según ellos, intentar poner en orden todos mis pensamientos y paranoias producidas por la pérdida de la realidad. Sobrevivir es la palabra a la que definiría en su lugar. Mi lugar. 
   Hay un chico marroquí que antes de llegar, tenía alquilado un piso en el gótico con solo una habitación y el wc. 10 metros cuadrados para él solo. En la otra realidad. Era lo único que se podía permitir. Hasta que se dió cuenta de que solo era su percepción del lugar y de la miseria pintada de mona que aparecía como la oportunidad a la que no se podía hacer ascos.

- Dime una mentira. Dime que me has esperado todos estos años.
- Te he esperado todos estos años.
- Dime que habrías muerto si yo no hubiese vuelto.
- Habría muerto si tú no hubieses vuelto.
- Dime que me quieres todavía, como yo te quiero.
- Te quiero todavía como tú me quieres.
- Gracias. Muchas gracias.

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