Tjukurpa

netbook. Libro experimental. Film. Documental. Performance. Música... cr∞er. Este proyecto es autobiográfico y biodegradable. En él, hay incluidas historias escritas, cuentos, poemas, vómitos y ficción, para qué en su desarrollo, la bio solo sirva para su propósito. Algo que explicar.
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domingo, 19 de diciembre de 2010

31> Rusty Cage

Lucinda se siente desamarrada del segundero de un tiempo perdido. La caníbal diferencia del toque no selectivo de una jodida enfermedad, (transitoria si hay suerte en vida), que desciende de la falta de amalgama de brillos insinuantes y de continuo bombeo sanguíneo con la fuerza del amor latente.

      Empieza a mirar por todos los lados y fijándose atentamente, encuentra muy a lo lejos, una mancha negra que pinta este enorme vacío como curiosidad a la que visitar. Torpemente, se acerca a ella moviendo los brazos y las piernas como una rana. Estilo de brazada lo llamamos, pero Lucinda nunca ha sido muy elegante nadando y menos flotando en el aire. Tiene el sentimiento de que pasan horas, o minutos, o centésimas de segundo. Le da igual. Aquí el tiempo ya no importa. Es solo cuestión de espacio. Y ahora mismo, a medida que se aproxima, todo este espacio esta ocupado por esta singular mancha, que parece ser un inmenso e interminable agujero. No es perfectamente redondo y tiene en su interior como múltiples tentáculos que se mueven sin ningún orden aparente. Dando latigazos a la inverosimilitud de una respuesta en sus ojos permanentemente abiertos y claudicados a mirar. Poco a poco se va introduciendo en su oscuridad, la cual parece ahora tan infinita como el vacío que antes la rodeaba.

      Poco a poco.

      Sintiendo una paz indescriptible y a la vez, alarmante en lo visceral.

      El entorno empieza a cambiar y se da cuenta de que ya no esta sola. Delante de su nariz aguilucha hay un estupefacto hombre flotando sobre una equis y observando un parcial movimiento frente a él.
     Miles de imágenes se arremolinan por el interior formando resquebrajadas apariencias humanas, en un principio, para luego metamorfosear en tres viejas monjas ceñidas de latex negro y con tacones altos. Llevan el fetichista hábito mal cortado por delante hasta las caderas en forma de cruz invertida, enseñando unas medias rotas de rejilla en su interior. Sus pechos decaídos están descubiertos mostrándose como lenguas deformes de una vaca mugrienta, sujetados por cintas de cuero negro que las mantienen colgando sobre el que ahora parece, deleitado espectador sobre la equis.
     Del otro lado surge un obispo con quemaduras de tercer grado por su rostro imperturbable y con llagas sangrantes en sus manos y pies descalzos.
Se acerca a las monjas y convulsivamente las empieza a masturbar con gigantescos candelabros. A un ritmo frenético. Sin pausa. Ellas comienzan a sangrar creando una cascada frente al hombre que los observa con una baba inusitada.

      Bebe hijo, bebe y sáciate de la misma sangre que Jesucristo. ¿Acaso no somos todos hijos de Dios?

      A Lucinda no le repugna la escena. Posiblemente de otro modo hubiera causado ese efecto, pero no en el actual estado de consciencia. El obispo vuelve a repetir las mismas palabras. Y el hombre sobre la equis se agacha y bebe. Bebe hasta saciar el esperpento craneal que mantuvo en un silencio de tumba hasta la tumba. Lucinda los deja. Avanza por el agujero de carne sin piel que la proteja. Con multitud de venas y cables recubriéndola, con ganchos y cadenas clavados de un lado a otro como una telaraña metálica, haciendo mas dificultosa su maniobralidad.

      Ve.

      Transita.

      Cruza por todas partes con crucificados sin nombre a los que solo lloraron los muertos que habitan en el pasado. Anónimos que recitan en diferentes lenguas, pasajes y salmos de libros sacros memorizados durante años, mientras mujeres embarazadas los señalan en la ignominia cantando a coro nunca jamás.

      Sobrevuela el escenario de cosecha histérica para llegar frente a dos fundamentalistas islámicos. Ellos también tienen su equis marcada.
      Están llorando cabizbajos sobre la palma de una estatua de Buda completamente rota. Sus pedazos han sido colocados en forma de flechas que surgen de un centro, el cual es la cabeza partida, como queriendo señalar todos los puntos cardinales o creando así también, algo parecido al símbolo del Caos.

      Uno de ellos la ha visto y con mucha calma, extiende su puño cerrado hacia ella y susurra:

      ¿Puedes sujetar esto un momento? Abre su mano y le da un trozo de piedra.

      Lucinda rompe su continuo silencio y le pregunta por su significado.

      Es la pupila del ojo derecho de Buda. Mi hermano tiene la del izquierdo.

      Destruimos este símbolo pagano levantado por infieles a nuestras espaldas.

      ¿Y las lágrimas son de arrepentimiento?

      ¡No!. ¡Nunca!. Nuestro problema es que no sabemos en que dirección esta la Meca.

      Les da la espalda.

      Vuela.

      Olvida.

      Recuerda.

      Mira cercana como un hombre coronado de oro y su séquito van apartando a patadas las cabezas cortadas que les impiden el paso. Descubren sus pollas enfrentándolas a los cadavéricos restos de los hombres de Utopía.